lunes, 19 de agosto de 2013

Volver a nacer

Por Eugenia Rodríguez

Privilegiados. Sin duda quienes logramos avanzar en nuestros estudios hasta inclusive obtener un título terciario o universitario somos personas que podemos ejercitar plenamente el derecho a la educación, que si bien es pública y gratuita, no está al alcance de una importante proporción de jóvenes, que se ven limitados por su contexto social, espacial y económico para acceder a esta facultad elemental.

Sin embrago, quienes crecimos en pueblos alejados de los grandes centros urbanos, que en muchos casos no superan los 1000 habitantes, en los que existen escuelas primarias y generalmente, educación secundaria, con la posibilidad de pensar en un estudio superior, enfrentamos otras barreras que hacen duro el camino.

Las historias pasadas y presentes de quienes con gran esfuerzo de sus familiares han logrado trasladarse a otros lugares a estudiar, están marcadas por el predominio del valor responsabilidad como brújula para lograr perseverar ante la distancia y el descubrimiento de un mundo nuevo, que impone nuevas dificultades, obligaciones, peligros y posibilidades.

El esfuerzo de los padres es valorado, al punto de entender que cada paso debe responder a dicho sacrificio, es decir, que el estudio debe ser la mejor respuesta, sumado al aporte fundamental de quienes además, trabajan para lograr solventarse. 

Estas condiciones se dan en el marco de un gran cambio, que implica la ruptura con el mundo en el que uno se ha criado, el alejamiento de todo lo conocido, vecinos, amigos, compañeros, docentes, de las instituciones que forman parte del vivir cotidiano, para enfrentarse a un mundo nuevo, donde se hace menester desarrollar nuevas herramientas que permitan adaptarse activamente a ese otro contexto, tan disímil y desafiante a la vez.

Análogamente a lo que sucede desde que venimos a este mundo, y empezamos a conocer a las demás personas, a saber lo que se puede hacer y lo que no está permitido, a explorar el entorno en el que nos movemos, incorporando reglas, valores, en otras palabras, al ir adquiriendo una forma de vida determinada, cuando nos trasladamos a alguna ciudad, experimentamos un segundo nacimiento, porque todo es desconocido.

Se trata de un mundo marcado por otras normas, con características físicas, con relaciones interpersonales e institucionales diversas y diferentes, ante las que hay que ir aprendiendo paso a paso, como cuando se empieza a caminar, cómo actuar.

No hay recetas únicas, ni estrategias replicables, son experiencias personales, pero que, sin embargo, guardan el común el desafío de esforzarse por lograr aquello que se sueña, de valorar el esfuerzo de la familia por un estudio que es la principal y más importante herencia que puede dejarse, y guardar cada abrazo para los fines de semana, en los que como siempre, se retorna a los orígenes para reforzar energías, tomar impulso y seguir adelante. 

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