lunes, 19 de agosto de 2013

"La Escuelita", el amor de su vida: Análisis según ejes teóricos

Por Eugenia Rodríguez

Como mencionara en el Informe sobre el proceso de investigación y producción del trabajo final de Redacción I: “Escribir sobre la Escuela de Enseñanza Media Nº 403, de Casas, significa la oportunidad de devolver, desde un trabajo periodístico, parte de lo que recibiera, de esta institución y por consiguiente de la escuela pública, en cuanto a educación formal y construcción personal”.

En relación, la decisión de volver a entrevistar a la profesora y ex directora María Teresa Mafezzini, se vincula con lograr producir un texto que respondiendo a las características planteadas para este segundo trabajo final, profundice en la mirada personal de quien dirigió la institución por veinte años, y fue protagonista elemental de las luchas por lograr un nuevo edificio, a pesar de no haber concretado tal demanda en su ejercicio directivo.

La figura de Mafezzini al frente de la secundaria de Casas, es recordada por diversas generaciones de alumnos que siguen identificando a la institución con el papel desempeñado por esta docente, acompañada del cuerpo académico que también estuvo desde un inicio en la Escuela Nº 403.

Se trata de profundizar el conocimiento de un persona de relevancia en la historia del establecimiento sobre el que se ha escrito, para focalizar la mirada en su experiencia, en su historia personal atada inexorablemente a la de “la escuelita”, como prefiere llamarla, ubicada en contextos históricos determinados, que han marcado su decisión de ser docente, el comienzo de su ejercicio como tal y su trabajo para lograr un edificio en dignas condiciones.

En relación a lo anterior, el texto apunta a describir el ambiente y características de la personalidad y estados de ánimo de la protagonista de la historia y también a generar empatía con la misma, de modo que el lector pueda ver reflejado detrás de las luchas y logros de una institución, el trabajo de personas corrientes, con historias semejantes y singulares. Al tiempo que narrar esos esfuerzos, contribuye a su valoración y permite creer que cualquiera que lo desee y trabaje para ello, puede encaminarse en proyectos de tamaña relevancia.

Como lo señala Tomás Eloy Martínez, no se trata de ser fiscal de la vida de los protagonistas, sino y en este caso, de enunciar datos reales, hechos verídicos para su comprensión, con la particularidad de que se recurre a una narración “no tradicional” para su presentación.

Ello se vincula, con lo que menciona Elinor Ochs en Narrativa, sobre que la realidad literaria: “No es la mera corrección de la realidad del mundo sino que crea verdades que coexisten con objetos parciales pero que no son la realidad en sí”. Si bien los datos sobre los que se basa el escrito son resultado de una mayor indagación en la vida de esta docente, su relato se configura a partir de la complementación con recursos literarios, (poesía, descripciones) y la inclusión de citas directas, a fin de crear una narración que de cuenta de las características de la personalidad del personaje central y su relación con la trayectoria de la escuela a la que dirigió.

Por su parte, Albert Chillón, desestima el género denominado “no ficción”, ya que entiende que conocemos el mundo a partir de que lo empalabramos, por eso todos somos agentes ficcionadores que construimos la realidad, ya que la misma no se presenta de manera objetiva sino que es el resultado de relatos facticios, que surgen de la intención de construir relatos verídicos o verosímiles, con precedentes en fuentes documentales que se combinan con la utilización de diversos elementos ficticios, ya que más allá de lo meramente intencional, “siempre vivimos imaginando el mundo en que habitamos”.

Se trata entonces de complementar los recursos del periodismo y la literatura, es decir, la indagación periodística y los recursos literarios y estilísticos. Al respecto, las características del llamado Nuevo Periodismo plantean que es fundamental manejar la mayor información posible, ir al lugar de los hechos, tratar con los involucrados y rescatar el pasado para enriquecer el presente, en el marco de una historia personal y colectiva en la que los acontecimientos adquieren sentido.

En correlación, Chillón destaca que los actos de ficción en que incursionamos al hablar nos permiten aprehender y expresar de modo figural (imaginativo y retórico) todas esas cosas que llamamos realidad. La narración elaborada puede clasificarse como una enunciación facticia o ficción tácita, ficción implícita y no intencional; de tenor testimonial.

El trabajo de producción implicó someter “la materia prima testimonial a un tratamiento que se podría definir como fabulador. Se eliminan los contornos precisos de hechos y situaciones auténticas para conferirles una suerte de condición legendaria”.

Al tiempo que se apuntó a crear un narrador omnisciente que sabe todos los detalles de lo que siente y piensa la protagonista, describiendo sus estados de ánimo y valoraciones personales. Es una teoría de sucesos en el sentido en que suministra una explicación de hechos desde un punto de vista particular, que respeta el límite de contar aquello que sea posible de ocurrir.

Además, según lo menciona Ochs: “Si bien una narración puede estar compuesta por una sola modalidad, las más de las veces los narradores entretejen una multiplicidad de modalidades. Pueden citar un extracto narrativo de un libro o de un periódico o hacer referencia a él, y así mezclar instrumentalidades orales y escritas”.

En la misma línea, tal autor detalla que las narraciones pueden también ocuparse de secuencias de sucesos que se producen en el tiempo presente y cita al filósofo Martín Heidegger, quien afirma que los seres humanos experimentan el tiempo como una fusión de pasado, presente y fututo. “Nos experimentamos a nosotros mismos en el mundo del tiempo presente pero con un recuerdo del pasado y una ansiedad hacia el futuro”.

Por ello cabe decir que la narrativa cumple la importante función de llevar el pasado a la conciencia del presente, para enlazar los hechos. En este caso particular, para relatar una experiencia personal imbricada en una historia colectiva, con transformaciones en el tiempo.

Elinor Ochs entiende que toda historia tiene sus raíces en sistemas culturales de conocimientos, creencias, ideologías, que forman una trama, que abordada desde un cierto punto de vista, se complementa con la intervención del lector a partir de su identificación y conocimientos previos. La actividad narrativa, constituye un instrumento para el encuentro de identidades sociales y personales.

En concordancia, Tomás Eloy Martínez, plantea que el acto de narración debe entenderse como “un modo de leer la realidad apropiándose de la misma y vinculándola a un cierto imaginario colectivo”.

Si se parte por considerar que los relatos son instrumentos culturales para la comprensión de sucesos, puede también mencionarse lo que Bruner llama “paisajes duales”: 1) circunstancias situacionales y acciones de los protagonistas y 2) estados mentales de los protagonistas.
En relación, el hipertexto elaborado apunta a ubicar a la protagonista en su ámbito personal, vinculado a su momento actual, y en su ámbito laboral, más relacionado con un pasado reciente, así como dar cuenta de sus emociones, sentimientos, dolores y alegrías, y desde allí plantear el rol activo y papel determinante que ha asumido en el suceso ya contado en el trabajo anterior.

En Ficciones verdaderas, Eloy Martínez, define a las mismas como un gesto de apropiación de la realidad evidente, con interdependencia con el imaginario de la comunidad dentro de la cual el texto se produce y con el momento en el cual se produce. En tal sentido -“La Escuelita”, el amor de su vida- tiene vinculación directa con el hecho investigado, como lo es la construcción de un nuevo edifico para la Escuela de Enseñanza Media Nº 403, de Casas; cuyo impacto se evidencia en la comunidad, no solo en las valoraciones de los habitantes sino en el la organización y participación actva de los vecinos para el sostenimiento y progreso de la institución.

“En las ficciones verdaderas, hay una mutua complicidad entre el autor y el lector, un diálogo de iguales, en el que aquél expone todos los sentimientos, modos de ser, que ha recogido de su comunidad como un espejo con el cual el lector acabará identificándose porque las experiencias a las que alude son reconocidas como propias”, afirma Martínez. Y agrega: “Si las ficciones verdaderas reflejan una conciencia plena de la época de producción es porque su origen deriva de hechos que definen esa época. Un determinado episodio de la realidad suscita en el narrador un inmediato interés, acaso no por el episodio en sí mismo, sino por toda la red de significaciones que desata”.

En el relato se seleccionan imágenes, palabras, acciones que se dan de otra manera en la realidad. Existe una historia particular que motiva al narrador a producir un relato que no es necesariamente la copia fiel del suceso original. Ello se refuerza en la mirada de Chillón, respecto de que “no existe una realidad objetiva sino múltiples realidades particulares, múltiples experiencias, cada una de ellas hecha en palabras, vivida con y en palabras que permiten hacer inteligibles las imágenes recordadas o imaginadas, sensaciones e instintos”.

Esas realidades subjetivas adquieren sentido a través de que son verbalizadas, puestas en palabras y organizadas: “La comunicación, es el acto de poner en común las experiencias particulares mediante enunciados, con el fin de establecer acuerdos intersubjetivos sobre el mundo de todos, el conjunto de mapas que conforman la cartografía que por convención cultural llamamos realidad”.

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